22 febrero 2016

LA RECESIÓN Y LA CRISIS FINANCIERA RETORNAN A LA ECONOMIA MUNDIAL? Julio Rodríguez López

 Las Perspectivas Económicas del Fondo Monetario Internacional (FMI) de enero de 2016 rebajaron al 2,1% las previsiones de crecimiento para este  año  de las economías avanzadas (1,7% para la Eurozona y 2,7% para España). En las recientes estimaciones de Eurostat para el cuarto trimestre de 2015 ha  destacado  el modesto crecimiento real de la Eurozona (0,3%), evolución que confirmó la  mediocre expansión de dicha área económica en 2015, el 1,5% (2,4% en Estados Unidos). En  enero y primera quincena de febrero de 2016 se ha acentuado la volatilidad de los mercados. En este periodo han  destacado  los fuertes descensos y oscilaciones de los precios de las acciones y la reaparición de la desconfianza respecto de la situación real de los bancos en Europa.

Los factores más influyentes de la nueva situación son, entre otros, el aterrizaje forzoso de la economía de China, el agotamiento del crecimiento de Estados Unidos, que solo creció un 0,2% en el último trimestre de 2015, la presencia de signos de debilidad en la demanda mundial, visible sobre todo en las intensas  caídas del precio del crudo de petróleo  y otras materias primas (Nouriel Roubini,  “The global economy new abnormal”, febrero 2016 , www.socialeurope.eu).

Según el mismo autor,  la  situación actual se  caracteriza por la presencia de numerosos elementos que hasta hace muy poco se considerarían como anormales, entre los que destaca sobre todo  el carácter poco convencional de la política monetaria. Las actuaciones de”alivio cuantitativo” (QE) (aportaciones masivas de liquidez a los mercados por parte de los bancos centrales, que se traducen en una abundante tesorería  en manos de los bancos comerciales) se han hecho continuas y los tipos de interés han alcanzado en algunos casos niveles negativos. En medio del desconcierto bancario que provoca dicha situación, tanto el Banco Central Europeo (BCE) como el Banco de Japón han anunciado  nuevas actuaciones, que intensificarían el ritmo de aplicación de esa política.

 Las bolsas de valores  han registrado  durante cierto tiempo auténticas burbujas alcistas en los precios de  algunos activos. Ello ha sucedido  al margen de la mediocre evolución de la economía real. Dicha evolución contradictoria revelaría que esta última, tanto en los países avanzados como en los emergentes,  atraviesa por una situación enfermiza, que no puede prolongarse demasiado tiempo.

  Los mercados de valores suelen anticipar más recesiones de las que después tienen lugar en la realidad, pero tales señales se han hecho constantes y persistentes, por  lo que debe de prestarse más atención a lo que subyace detrás de tales avisos. El comportamiento de la economía china la ha llevado a apoyar el crecimiento en el sistema financiero, como si fuese el Reino Unido.

 Además, China  ha construido infraestructuras con un ritmo de consumo de cemento y hormigón que en solo dos años equivale al de Estados Unidos en todo el siglo XX. A eso se une la caída de su divisa, que hubiese descendido aún más de no haber vaciado el stock de reservas. China  va  a dejar, pues,  de aportar empuje a la economía mundial y su deuda se ha multiplicado (L. Summers, “Heed the fear of the financial markets”, FT, 10.2.2016).

  De reducirse el empuje de la economía china, quedan escasos instrumentos a los responsables de la política económica de Estados Unidos y de Europa para dinamizar el crecimiento global. Las expectativas de los mercados sobre la inflación futura descartan el cumplimiento de los objetivos del  BCE  (alcanzar una  tasa de inflación del 2%) para la Eurozona. Además, los mercados temen a los tipos de interés negativos y a sus consecuencias.

  Dichos tipos negativos reducen el negocio bancario y ponen en cuestión la situación de numerosos bancos europeos (véase Deustche Bank). Ha trascendido que son muy numerosos los bancos que va a tener problemas para recuperar los importantes créditos concedidos a empresas productoras de energía. Los menores beneficios asustan a los inversores en acciones bancarias y perturban la situación de los ahorradores modestos, que dudan sobre donde colocar sus recursos. Se confirma la debilidad de la Unión Bancaria construida en estos años, donde se echa en falta un fondo de garantía de depósitos único y una mayor disponibilidad de recursos para resolver las crisis bancarias potenciales (W. Munchau, “The toxic twins of European finance return, FT, 14.2.2016).

 Una variante de la política seguida consistiría en que la liquidez aportada vía alivio cuantitativo se destinase a financiar directamente gasto público, inversión en infraestructuras sobre todo,  dejando el control de la cantidad emitida  a los bancos centrales, convirtiendo así en permanente a dicho instrumento. El riesgo global para la economía en Estados Unidos, Europa  y países emergentes es equivalente al de otras situaciones precedentes. ”Los responsables de la política económica deberían de esperar lo mejor y prepararse para lo peor” (L. Summers, op.cit.).

El difícil contexto descrito para la economía mundial, lleno de negros nubarrones, no ayudará  al crecimiento de la economía española. Ello debería impulsar a que en España, donde algunos indicadores más recientes parecen registrar comportamientos menos dinámicos que en el resto de 2015,   se formase gobierno con celeridad y que el mismo  llegase  con ideas claras sobre los abundantes problemas a atacar y sobre el camino a seguir.

Una versión de este artículo se publicó en la revista semanal El Siglo de Europa, de 22 de febrero de 2015



[1] JRL es Vocal del Consejo Superior de Estadística y miembro de Economistas Frente a la Crisis