- La publicación en diciembre de 2015 de los resultados definitivos de la Contabilidad Regional de España para 2014 permite hacer una aproximación documentada a la realidad económica de la controvertida comunidad autónoma catalana.
Cataluña tiene un peso destacado en España. Es
la sexta autonomía española por superficie (32.113 km2, el 6,4% de España), la
segunda en población (7,4 millones de habitantes, el 15,9% de España), detrás
de Andalucía, y la primera en cuanto a valor del Producto
Interior Bruto (PIB). Esta última magnitud ascendió en 2014 a 197.004 millones de euros, el 18,9% de
España, seguida muy de cerca por Madrid. Cataluña es también la primera autonomía de España en
materia de empleo, 3,2 millones de ocupados en 2014, el 18% de España, según la
citada Contabilidad Regional.
En cuanto al nivel de desarrollo, medido por
el valor del PIB por habitante a precios corrientes, Cataluña ocupaba en
2014 la cuarta posición de España
(detrás de Madrid, Navarra y País Vasco), con un nivel equivalente al 118,8 por
cien de la media de España. A pesar de la acción redistributiva del Estado
(fiscalidad directa y prestaciones sociales netas) que afecta más a Rioja
y Madrid que a Cataluña, esta última mantuvo en 2013
la cuarta posición en cuanto a renta
disponible de los hogares por habitante,
con un nivel del 115,4 por cien.
El mayor nivel del PIB por
habitante de Cataluña respecto del resto de España se explica, en primer lugar,
por la mayor productividad de su economía: el PIB por persona ocupada supera a la media de España en un 5,1%. En
segundo lugar, la tasa de empleo (personas ocupadas respecto de la población)
de Cataluña es del 51,3% (población de 16 y más años), mientras que dicha tasa es del 46,9% en el conjunto de
España.
La mayor productividad de Cataluña la
justifica la composición del PIB. Destaca, en primer lugar, el mayor peso de la
industria (excluida construcción) en el
valor del PIB catalán, el 18,5%
del total en 2014, tres puntos más que el conjunto de España. Llama la
atención el notable descenso de participación de la industria en el PIB de Cataluña,
que hace diez años se elevaba al 25%.
Por otra parte, los servicios de mercado (comercio, hostelería,
transportes y comunicaciones, básicamente) pesan más en Cataluña que en la
media (62,5% del PIB frente al 53% de España). Por el contrario,
agricultura-ganadería, construcción y servicios
no de mercado, básicamente administraciones públicas, pesan menos en
Cataluña que en España. También destaca
en Cataluña la notable presencia en su
industria de sectores “maduros”, como el textil y el automóvil, en los
que dicha competencia resulta más difícil de soportar. El peso del turismo se
ha reforzado en los últimos años, lo que provocará problemas de “acomodo” con
otras actividades productivas.
A fines de 2015 había en Cataluña 3,1 millones de afiliados a la
Seguridad Social, el 17,8% del total de España. El total de pensionistas
residentes en Cataluña, alrededor de 1,7 millones (dos tercios correspondían a pensionistas por jubilación),
suponía el 17,9% del total nacional. La cuantía media de la pensión ascendía en Cataluña a 925,3
euros mensuales, un 3,6% por encima de la media de España.
La pasada recesión de la
economía española, registrada entre 2007 y 2013, afectó de forma similar a Cataluña que al resto de España, puesto que
en ambos casos el ritmo medio anual de
retroceso del PIB fue del 1, 5% en el periodo citado. La
recuperación posterior a 2013 parece más acusada en Cataluña.
Los problemas económicos de Cataluña presentados como justificantes de la “desconexión” anunciada de España no difieren
demasiado de los que tiene planteados el
conjunto de la economía española. No está claro que haya “asfixiado” a la
economía de esta comunidad autónoma la
solidaridad de aquellos catalanes que pagan más impuestos, por tener una renta
o riqueza superior, con
los ciudadanos españoles más necesitados. La relativa ralentización del
crecimiento de la etapa previa a la recesión derivada del pinchazo de la
burbuja inmobiliaria es una cuestión
interna de Cataluña.
El supuesto amplio déficit de la balanza fiscal de Cataluña ha sido el argumento económico empleado con mayor
intensidad para justificar la necesidad imperiosa de independencia. Es de
esperar que el ahora poderoso “conseller” Junqueras no vuelva a castigar al
personal con el mito de las balanzas fiscales, rebatido de forma apabullante en
el libro de Josep Borrell (“Las cuentas y los cuentos de la independencia”), en
el que se destaca que los medios que propagaron dicho mito apenas lo han rebatido. Junto a lo anterior,
unas ciertas gotas del jacobinismo
inspirador tradicional de los socialistas no estaría de más que cayesen en la presente
situación de sequía.
Una versión de este articulo se publicó en la revista semanal·El Siglo de 25.1.2016