02 febrero 2015

LA EUROZONA SE MUEVE.EL ACUERDO DEL BCE Y LA VICTORIA DE LA IZQUIERDA EN GRECIA Julio Rodríguez López


 Las dos últimas semanas de enero de 2015 han sido trascendentes para la Eurozona, la deprimida Unión Monetaria que incluye a 19 de los estados miembros de la Unión Europea. La adopción de una medida de fuerte aportación de liquidez por parte del Banco Central Europeo (BCE) y los resultados de las elecciones generales en Grecia han supuesto dos importantes sacudidas en la evolución de dicha área económica.

  La dinámica de algunos indicadores económicos conminaba a que actuase de una vez el  BCE. Primero fue la tasa interanual de inflación de la Eurozona  del –0,2% en diciembre de 2014. El 20 de enero se publicaron las previsiones actualizadas del Fondo Monetario Internacional. Estas  señalaron que en 2015 la Eurozona va a  crecer solo un 1,2%  (0,8% en 2014), en claro contraste con el 3,6% previsto para  Estados Unidos.

  El consejo del BCE de 22 de enero  aprobó por mayoría  la adopción de una importante inyección de liquidez (“quantitative easing”) a la economía de la Eurozona desde dicha entidad. La cuantía de tal inyección  será de 1,1 billones de euros,  a un ritmo de 60.000 millones mensuales entre marzo de 2015 y septiembre de 2016. Estos se repartirán entre 45.000 millones de deuda pública,  de plazos entre 2 y 30 años. Los 15.000 restantes  se destinarán a comprar bonos de entidades financieras y obligaciones respaldadas por activos reales (ABS).

 En la presentación de la operación citada el BCE ha ligado la inyección de liquidez con la evolución de la tasa de inflación en la Eurozona. El BCE  pretende que esta última  se aproxime al 2% anual, sin fijar un objetivo cuantitativo  específico, sino una senda de inflación. Dicha medida podrá interrumpirse, a juicio del BCE, si  el ritmo de  inflación se aproxima  a la citada tasa anual del 2%, incluso si dicha evolución tuviese lugar antes de la fecha prevista para  finalizar la aportación de liquidez.

 El programa permitirá comprar menos del 10% del stock de deuda europea “viva”. El 92% de las compras permanecerá en los balances nacionales (W. Munchau,  “Draghi’ QE is an imperfect compromise for the eurozone”, FT, 25.1.2015), esto es, en los respectivos bancos centrales integrantes del BCE. Las compras de deuda se harán en los mercados secundarios. El balance del BCE crecerá casi un 40% tras la operación, que  podría prolongarse  de persistir una tasa de inflación lejana al objetivo citado.

 Otros bancos centrales han realizado, antes que el BCE, importantes aportaciones de liquidez, caso de la Reserva Federal de Estados Unidos, del Banco de Inglaterra y, sobre todo, del Banco de Japón. Este último ha llegado a  cuadruplicar  la dimensión de su balance como consecuencia de tales actuaciones.  De los resultados obtenidos se pueden sacar  algunas conclusiones de interés: es una medicina con efectos positivos y también con “daños colaterales”.

 La actuación del BCE aquí analizada sucede a otros cambios  acaecidos en la evolución de la Eurozona. Tras 2008 cambiaron los bancos europeos y la regulación bancaria, Además, han  descendido los tipos de interés de la deuda pública y en algunos países se han adoptado  importantes reformas de las denominadas  “estructurales”, entre los que destaca España. A esto se añaden los descensos sufridos desde fines de 2014 en los precios del petróleo y la importante devaluación del euro, favorecida por el anuncio de la medida finalmente adoptada por el BCE. 

Con la inyección de liquidez se pretende reactivar la demanda, tanto interna como externa,  en la Eurozona. Se persigue sobre todo favorecer la recuperación de la inversión productiva,  vía bajos tipos de interés y mayor disponibilidad crediticia. También se aspira a atacar la deflación  y fortalecer el precio de los activos. El BCE no tiene en este caso un margen ilimitado de maniobra como lo tenía Draghi en el verano de 2012. Los objetivos macroeconómicos perseguidos no son fáciles de lograr y la actuación puesta en marcha está lejos de ser una medida perfecta (Mohamed El Erian, “The ECB can only buy time for Europe´politicians”, FT, 22.1.2015).

 La inyección de liquidez anunciada se va  a llevar a cabo con todas las reticencias imaginables por parte de Alemania. La canciller Merkel no ha ocultado su antipatía  por la implantación de una medida de claro estímulo de la demanda, lejos del habitual arsenal alemán de instrumentos de política económica. No sería de extrañar que Alemania exigiese  ahora una política fiscal más restrictiva para contrarrestar el empuje de la actuación del BCE.

 La mayor liquidez bancaria puede ayudar a la demanda pero también puede producir  los daños colaterales significativos antes citados. Ejemplos, se harán crónicos los bajos tipos de interés,  y habrá nuevos aumentos en los precios de los activos, en especial en los cotizados en bolsa y en los  inmobiliarios. En este contexto no es de extrañar que el BBVA saque del armario la ya vieja conocida “Operación Chamartín”, en la que el objetivo es construir y vender en una zona céntrica de  Madrid 17.000 viviendas, objetivo  camuflado  tras  las  supuestas mejorías de la  Estación de Chamartín y de otras  infraestructuras de esa zona de Madrid.

  Pocos días después del anuncio de la operación aquí analizada del BCE sucedió el triunfo electoral en Grecia  de Syriza. Se trata de un partido de izquierda radical, con cierta experiencia de gobiernos locales, que hizo bandera en la campaña electoral  de la renegociación de la deuda de dicho país, al que  pretende mantener  en el euro. Al nuevo gobierno, que es una coalición del partido ganador con otro de  derecha crítico con las medidas hasta hora impuestas a Grecia,  se le ha recibido con profunda antipatía en la Unión Europea y FMI.

 El presidente del Eurogrupo, el ministro socialista holandés de Finanzas, Dijsselbloen,  ha advertido contra una petición de cancelación de parte de la deuda y ha descartado la celebración de una conferencia internacional sobre la  cuestión de la deuda.  Francia e Italia han asumido una posición más posibilista, proclive  a una solución pragmática, como lo supone el aceptar que la ”troika” (BCE, Comisión UE y FMI) no sea el interlocutor de Grecia, que no puede prescindir de las aportaciones corrientes de liquidez del BCE. El mes de febrero se inicia con la cuestión griega de nuevo sobre la mesa. Las próximas semanas serán decisivas no solo para Grecia, sino también para la Eurozona, que va a ser puesta a prueba una vez más.

Una versión de este artículo se publicó en la revista semanal “El Siglo de Europa” de 2 de febrero de 2015





[1] JRL es miembro de Economistas frente a la Crisis y Vocal del C.S. de Estadística