28 octubre 2014

Economía española: Necesidad de modificar el modelo productivo Julio Rodríguez López



Introducción

El final del largo ciclo económico comprendido entre 1997 y 2013  ha tenido lugar en el marco de una situación  muy negativa de la economía española. La recesión posterior a 2007 destruyo abundantes empleos, redujo el nivel del PÌB por habitante y  actuó a la baja sobre  las prestaciones sociales. La incidencia de la recesión ha sido mayor por apoyarse el intenso crecimiento de la fase comprendida entre 1997 y 2007 en la demanda interna y, sobre todo,  en la construcción. Una vez que se ha iniciado una fase de débil crecimiento  de la actividad  y del empleo en 2014, se trata no solo de reforzar dicha recuperación, sino de conseguir que la composición de la demanda y  de la oferta productiva permitan competir mejor a la economía española  y a no recaer en situaciones de elevado déficit exterior.

1.    Un ciclo tan abrupto. Las consecuencias de los excesos de un modelo productivo
  La economía española experimentó un ciclo  de prolongada duración entre 1997 y 2013. La etapa de expansión del ciclo citado  se extendió entre  1997 y 2007, mientras que la de recesión tuvo lugar entre 2007 y 2013. En la fase de expansión, que duró algo más de diez años, el PIB de la economía española a precios constantes aumentó a un ritmo medio anual del 3,8% y el empleo lo hizo a un ritmo próximo, el 3,5%.
 Esta evolución implica que el aumento medio anual de la productividad resultó reducido en dicha etapa cíclica de expansión. El ritmo medio anual de creación de empleos fue de 561.600 puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo (datos de la Contabilidad Nacional Trimestral). En la siguiente etapa de recesión 2007-2013 el vuelco de la economía resultó espectacular. Mientras que el PIB descendió a un ritmo medio del 1%, el empleo retrocedió a un ritmo del 3,2%.

En esta segunda fase del ciclo la caída absoluta media del empleo ha sido  más acusada que el aumento medio  correspondiente a  los años de auge. Así,   el número de puestos de trabajo disminuyó a una media anual de 571.500, según la misma fuente estadística antes citada. El aumento de desempleo ha sido espectacular, llegando a superar el 26% de los activos en el punto más elevado de la crisis.

 El aumento del paro ha resultado ser especialmente acusado  entre los jóvenes y se ha derivado sobre todo de la caída del empleo. Llama la atención que un retroceso tan destacado del empleo después de 2007  haya sido simultaneo con un descenso moderado del PIB. Esta evolución  arroja sombras sobre la fiabilidad de las tasa de variación de dicha magnitud, que debe de soportar todas las tensiones políticas imaginables.

Desde la segunda mitad de 2013 la actividad productiva primero y el empleo después han dado signos de recuperación en España,  lo que indica que en dicho año  se registró  el punto más bajo de la recesión iniciada a fines de 2007. El fin del ciclo citado y, sobre todo, el final de la fase de recesión no significa que la crisis económica y sus negativas consecuencias hayan sido superadas en 2014. Tampoco se han despejado los interrogantes que pesan sobre la recuperación mencionada, a la vista de que en el conjunto de la Eurozona parece haberse producido un “parón” de la reactivación en el segundo trimestre de 2014. 

 Los datos disponibles  ponen de manifiesto el significativo aumento de participación en el PIB de la economía española durante la etapa de expansión del conjunto del sector de la construcción (21,9% del PIB en 2007), en el que desempeñó un papel decisivo  la fuerte presencia alcanzada por la construcción residencial (11,2% del PIB).

Para que la construcción residencial llegase a alcanzar un nivel como el citado, muy por encima del correspondiente al del conjunto de la Eurozona, fue preciso que se iniciase un nivel extremadamente elevado de nuevas viviendas (865.000 en 2006 fue el máximo anual alcanzado por dicha variable). Para que tal evolución resultase posible el crédito inmobiliario (promotor, constructor y adquirente) del conjunto de entidades de crédito (bancos, cajas de ahorros y cooperativas de crédito) creció de forma que el peso en el PIB del saldo vivo de dicha variable pasó desde el 28,4% del PIB a fines de 1997 hasta el 102,9% del PIB en 2007.

  Entre 1997 y 2007 el crédito bancario al sector privado  aumentó muy por encima de los depósitos, que a fines de 2007 solo suponían el 57,4% del saldo de crédito (112,1% en 1997). La financiación del crédito inmobiliario pasó a realizarse en la fase de expansión mediante emisiones de todo tipo de títulos en los mercados mayoristas, destacando sobre todo la colocación de cédulas hipotecarias, en una proporción significativa entre bancos extranjeros, en especial alemanes.

 Dentro del crédito inmobiliario el mayor crecimiento correspondió al crédito a promotor. Este tipo de crédito  presenta riesgos significativos, pues la recuperación de lo prestado por los bancos se consigue si el promotor prestatario vende las viviendas construidas. En la etapa de auge el crédito a promotor se “banalizó”, pues llegó  a prestarse con frecuencia  por encima del 100% del valor previsto de las viviendas financiadas. Ello implicaba que el riesgo de la operación inmobiliaria descansaba sobre la entidad de crédito que financiaba tal operación.  

  Resultó sobre todo llamativo el fuerte aumento  del crédito destinado a la compra de suelo, figura que está prohibida en algunos países y que con frecuencia sirvió para adquirir  terrenos  que ni siquiera estaban calificados como de urbanizables residenciales. El peso del crédito inmobiliario en las carteras de crédito al sector privado de bancos y cajas pasó desde algo menos del 40% en1997 hasta más del 60% de dicha cartera en 2007, resultando significativamente mayor dicha participación en las cajas de ahorros. 

En 2007 el déficit exterior de la economía española  alcanzó el 10,1% del PIB, uno de los más elevados del mundo en términos relativos. Esta evolución implicaba que la etapa de expansión había provocado un fuerte aumento del endeudamiento exterior de España. La deuda pública presentó en este ejercicio un nivel inferior al de la media de la Eurozona, el 36,2% del PIB.

El modelo productivo español a la llegada de la crisis en 2007 se caracterizaba, pues, por un más que elevado peso del sector de la construcción en la economía, por un apoyo intenso en la demanda interna como motor del crecimiento y por la realidad de un elevado parque de viviendas,  en el que más del 30% de las viviendas existentes tienen carácter de no principales (secundarias y vacías).  El periodo de expansión 1997-2007 fue testigo del descenso de presencia de la industria en el PIB, descenso que fue de  casi siete puntos porcentuales, puesto que dicho sector productivo  pasó de suponer el 22,2% del  valor añadido total de la economía  al 15,6% en 2007.

La recesión  derivada de la crisis financiera y de la deuda posterior a 2007  tuvo como consecuencias más negativas la pérdida de 3,7 millones de empleos entre el primer trimestre de 2008 y el mismo periodo de 2014.  La tasa de empleo sobre el conjunto de la población de 16 y más años  retrocedió hasta el 42,5% en 2013 (53,5% en 2007), siete puntos por debajo de la tasa correspondiente al conjunto de la Eurozona.

En el segundo trimestre de 2014 el nivel del PIB de la economía español a precios constantes aún era inferior en un 5,4% al nivel máximo alcanzado en el primer trimestre de 2008. Asimismo, dicho nivel de 2014 estaba situado en un 17,2% por debajo del que hubiese alcanzado de haber seguido creciendo el PIB a un ritmo anual del 2% después de 2007.
 En 2013 la debilidad de la demanda interna había permitido el retorno a una situación de superávit corriente  frente al resto del mundo (0,8% del PIB). El descenso del  PIB en la recesión fue más moderado por el fuerte aumento registrado por las exportaciones en los últimos años  y por la debilidad de las importaciones.

  El peso de la industria en el PIB se había recuperado muy  ligeramente en 2013 respecto de 2007, alcanzando el 15,9%, lejos del 22,2% de 1997 y por debajo del 19,3% del conjunto de la Eurozona en el mismo ejercicio anual. El peso de la construcción en el PIB por el lado de la demanda había retrocedido después de 2007  hasta el 10,1% en 2013, resultando más acusado el descenso de la construcción residencial. En 2013 solo se iniciaron 34.300 viviendas, el nivel histórico anual  más reducido de la serie estadística correspondiente.

 Según el Ministerio de Fomento a fines de 2013 todavía quedaban unas 564.000 viviendas de nueva construcción no vendidas, concentradas en su mayor parte en el arco mediterráneo y en las proximidades de Madrid. El peso del crédito inmobiliario en el PIB había descendido en 2013  de forma espectacular respecto de 2007.  Detrás de dicha evolución se esconde el profundo ajuste registrado en el sistema crediticio español después de 2008, en el que han desaparecido las cajas de ahorros como entidades de crédito y se ha reducido el número de bancos, destacando la concentración creciente  de los activos bancarios en manos de los tres bancos más importantes (Santander, BBVA y CaixaBank).

La presencia de un superávit exterior de la economía española  en 2013 y la clara aportación positiva al crecimiento por las exportaciones en los últimos años pudo hacer pensar que la crisis había provocado un cambio de modelo productivo. Pero la aparición de un significativo déficit exterior en el primer semestre de 2014, conforme se recupera la actividad y el empleo, implican que el mayor dinamismo de la demanda interior conduce con rapidez a un aumento del déficit exterior, lo que revela que persiste la débil competitividad de dicha economía.

2.    El cambio deseable. Equilibrio en la demanda y diversificación de la oferta

   El  nivel del PIB por habitante de la economía española respecto de la media de la Eurozona, corregido de poder de compra,  retrocedió desde el 96,2% alcanzado en 2007 hasta el 88% en 2013. La presencia de abundantes déficits de las administraciones públicas en la fase de recesión ha dado lugar a que la deuda pública haya superado el billón de euros en 2014 y se aproxime al 100% del PIB en este ejercicio. El endeudamiento exterior sigue siendo muy elevado, lo que exige  mantener una senda de crecimiento significativo coherente con un saldo exterior menos desequilibrado que en el pasado.

Importa, pues, no solo recuperar el crecimiento, sino lograr una mayor competitividad de la economía española,  de forma que el mayor crecimiento no conduzca a unos déficits externos que hagan insoportable el nivel de la deuda externa y que solo pueden reducirse afectando a la baja al ritmo de crecimiento  de la actividad y a  la creación de los necesarios  nuevos empleos. 

La reaparición del déficit exterior al dinamizarse la demanda interna en España revela que se puede estar repitiendo el insostenible modelo de concentración de la actividad en el turismo y en el  ladrillo. Resulta  evidente la fuerte  correlación existente entre el aumento de las importaciones y de la demanda interna. Las consecuencias de dicho modelo en lo sucedido  en la fase cíclica de recesión han sido más que dolorosas: perdidas masivas de empleo, desaparición de miles de empresas, reducción sustancial de las prestaciones sociales, retorno de la emigración como vía única de salida para numerosos segmentos de la población.

  El conjunto de la actividad turística (hostelería, restauración, junto a la incidencia indirecta sobre transporte y comercio) va a aportar un punto de crecimiento a la economía española en 2014. Desde hace bastante tiempo se pretende corregir la fuerte estacionalidad del turismo Sin embargo,  el grueso de la actividad turística se sigue concentrando en los meses veraniegos, semana santa y fines de diciembre y año nuevo.

 Los medios de comunicación han contribuido asimismo a lo de que “todo vale” en materia de potenciación turística. Cualquier lector de las páginas económicas de los diarios españoles puede llegar a pensar que no hay más actividad productiva que la turística (11% del PIB). Los municipios han mantenido abundante suelo calificado como de urbanizable residencial desde  la etapa de la burbuja, a la espera del retorno de nuevas fases expansivas en el ladrillo residencial. Los importantes ingresos que proporcionan a los ayuntamientos la promoción de nuevas viviendas les lleva a espantar con frecuencia  otras actividades productivas sostenibles que podrían muy bien contribuir a diversificar el tejido productivo español.

En la Unión Europea destaca España como país en el que el gobierno estatal no tiene competencias en materia de destino del suelo, dependiendo dicho destino de decisiones de ayuntamientos que apenas son objeto de corrección por parte de los gobiernos autónomos. El planteamiento local en materia de licencias de obras es muy común en España y resulta  transversal a todas las fuerzas políticas: la magnitud a maximizar en el planeamiento  no es el interés general, sino el volumen de  ingresos derivados del planeamiento. El discurso económico presente a nivel local no pasa de aspirar a aumentar el parque de viviendas y a multiplicar  las grandes superficies comerciales, proceso que suele ir acompañado de la construcción de grandes aparcamientos.

El cambio de modelo productivo resulta necesario para mejorar la competitividad de la economía española y no recaer, pues, en déficits externos importantes en cuanto  cobra fuerza la demanda interna de la economía. También resulta de sentido común no concentrar en exceso la actividad productiva en las ramas de actividad relativas a construcción y turismo para evitar desplomes excesivos en la actividad productiva y en el empleo  en cuanto se debilita el dinamismo de dichas actividades.

Un cambio de modelo productivo no es algo que se consigue a corto plazo. La política económica general debe de favorecer  la evolución hacia el mismo, manteniendo firmes unas líneas de actuación coherentes con dicho cambio. Se debe de lograr, en primer lugar, reestructurar la composición de la demanda de forma que  haya un cierto equilibrio entre los componentes interno (consumo  de hogares, gasto público, inversión) y externo (exportaciones menos importaciones).

Así, un modelo apoyado en exceso en el sector de la construcción, residencial y no residencial, “tira” mucho de la demanda interna y provoca, por lo general, un fuerte aumento de las importaciones. Se debe de tratar de reforzar, en dicho sentido, el peso alcanzado por las exportaciones en el conjunto del PIB (34,1% en 2013).  La competencia externa se deja sentir no solo al exportar, sino también dentro de la propia demanda interna, que se debe de procurar satisfacer  más por medio de producción interior.

Junto a una composición más equilibrada de la demanda, se trata asimismo de favorecer una mayor diversificación de la oferta. En la Unión Europea se aspira que el peso de la industria en el PIB no baje del 20%. La economía española debe de aspirar también a dicho objetivo. Si se analiza la composición del PIB  español por Comunidades Autónomas, se advierte que los menores niveles de PIB por habitante, junto a los mayores niveles de desempleo, tienen lugar  en las autonomías en las que  es menor el peso de la industria en el PIB  y resulta mayor la presencia de la construcción y de los servicios no destinados a la venta (administraciones públicas). Es el caso de Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha, mientras que los niveles más elevados de PIB por habitante suelen ir asociados con una mayor presencia industrial (Cataluña y País Vasco).

El gobierno popular ha diseñado una estrategia de fortalecimiento de la industria en España. No se advierte en dicha estrategia ninguna alusión al desarrollo de un urbanismo proactivo con dicha estrategia. Los gobiernos locales, aparte de impulsar la construcción de nuevas viviendas  proliferación de bares de copas en las plazas más interesantes de cada localidad, parecen ajenos a tal conveniencia de diversificar el tejido productivo español, y así resulta difícil avanzar.

Resulta frecuente encontrar en la izquierda política española posiciones de claro apoyo  a la  presencia de un estado bienestar (prestaciones sociales) de amplia cobertura. Tal aspiración resulta normal,  pero debe de ir acompañada de una mayor exigencia en lo que se refiere a la composición de la actividad productiva y también respecto de la capacidad de competir de dicha oferta productiva. Unos precios de la energía más equilibrados y una fiscalidad  más suficiente son piezas imprescindibles de lo que debe de ser un nuevo modelo productivo  

El logro de una mayor igualdad en la distribución de la renta debe de ir acompañado  de una estrategia de política encaminada a fortalecer la base productiva de la economía.  También es importante una mayor  presencia general de actividades productivas en las que se genere un mayor valor añadido por unidad de producto. El reto de la diversificación tiene que sobre todo asumirse en las administraciones públicas territoriales, autonomías y ayuntamientos, debiendo las primeras asumir una papel coordinador más activo que el desarrollado hasta ahora, en general.  El cambio hacia un modelo productivo más competitivo es una tarea que corresponde a las administraciones públicas y al conjunto de la sociedad española.

Una versión de este articulo se publicó en la revista digital "Argumentos socialistas", nº 8, octubre de 2014

  

¿LA TERCERA RECESION? (Versión actualizada a 7.11.2014) Julio Rodríguez López


  La inestabilidad ha reaparecido en los mercados bursátiles y de capitales. Las recientes caídas y recuperaciones de la bolsa devuelven  las escenas  preocupantes de 2008, en tiempos de la quiebra del banco Lehman Brothers. Toda Europa puede estar al borde de una tercera recesión, que de nuevo pondría en peligro la supervivencia  de la Eurozona.

  La primera recesión se extendió entre 2008 y 2010 y se derivó de la profunda crisis  financiera  detectada en 2007, que provocó una fuerte y generalizada restricción crediticia que frenó en seco el crecimiento económico. La recaída tuvo lugar  entre 2011 y 2013 y en ella tuvieron  bastante que ver las políticas  de ajuste  puestas en marcha por los gobiernos para superar el  elevado endeudamiento público  generado en la recesión previa. Tales políticas de ajuste, derivadas del Pacto por la Estabilidad y el Crecimiento,  han dado lugar a  una situación  de comportamiento económico mediocre en la Eurozona, lo que la ha convertido en un marco frágil para hacer frente a nuevos problemas. La recuperación de la Eurozona iniciada en 2013 aparece, pues,  como muy debilitada en 2014.

  El último repaso a la coyuntura económica publicado por el Fondo Monetario Internacional  (FMI, World Economic Outlook, Octubre 2014) ha puesto de manifiesto  una realidad de crecimiento económico dispar  a nivel mundial. Las previsiones económicas de otoño de la Comisión Europea han sido asimismo deprimentes. El PIB de la Eurozona solo crecerá en 2014 a un más que modesto ritmo del 0,5%, y solo un 0,8% en 2015.

Según dicho informe  los indicadores de confianza están donde estaban a fines del pasado año. El bajo crecimiento no es cuestión solo de factores temporales. La inversión ha fallado en convertirse en un  motor importante de crecimiento. Unos días después la OCDE ha señalado que el BCE debe de  comprometerse  a ampliar  su programa de compra de activos por encima de lo previsto.

Según el FMI la economía mundial no genera demanda suficiente como para lograr que se eleve el crecimiento potencial.  El insatisfactorio avance conseguido se ha  logrado a golpes de políticas monetarias expansivas  o de “alivio cuantitativo”,  impulsadas por los bancos centrales de las principales economías. Dichas políticas  monetarias actúan a través de “booms” crediticios  que ocasionan burbujas especulativas, y esta vez dentro de un comportamiento económico mediocre. Por ejemplo, durante el auge inmobiliario de España desarrollado entre 1997 y  2007 la burbuja del mercado de vivienda estuvo acompañada de un intenso crecimiento de la economía.

  Pero la entrada en España desde 2012   de abundante  liquidez,  estimulada por las actuaciones citadas de los bancos centrales, provoca auges de precios y de ventas solo en  un segmento “prime” del mercado inmobiliario. Dicha evolución  apenas se deja sentir en la profundidad de dicho mercado. Las nuevas burbujas resultan ahora posibles en un contexto de escaso crecimiento económico, lo que destaca los efectos secundarios negativos de tales políticas.

  Las expansiones monetarias  provocan tipos de interés reducidos,  que se prolongan durante largos años y que afectan de forma negativa a los segmentos más débiles de la población, como es el caso de la población que complementa los ingresos con depósitos en las entidades de crédito. “La Eurozona parece estar esperando al Godot de la demanda global para convertirla en crecimiento y conseguir así la sostenibilidad de la deuda. Esto podría funcionar  en el caso de países pequeños, pero  no va a  funcionar para todos a la vez” (Martin Wolf, “Estamos atrapados en un ciclo de booms  del crédito”, FT, 7.10.2014).

  Tras  un primer semestre de 2014 decepcionante en el conjunto de la Eurozona, el PIB está en 2014 por debajo del nivel  del inicio de 2008. La baja inflación generalizada  es un reflejo de la falta de tensión de la demanda. El desapalancamiento se realiza a un ritmo lento, puesto que el PIB nominal crece menos que la deuda.

  La reacción volátil de los mercados,  visible desde la tercera semana de octubre de 2014,  no es una nueva crisis de deuda. El  estancamiento detectado en la Eurozona en 2014 y las débiles previsiones de crecimiento del informe del FMI para dicha área  resultan tanto o más perturbadoras que cuando se trata de una crisis de deuda.
Las consecuencias de una situación de “estancamiento secular” son, entre otras,  un desempleo elevado y duradero, unos niveles de pobreza crecientes para amplios estratos de la población, un estancamiento  e incluso reducción de los salarios nominales y reales, una fuerte y persistente carga de la deuda y unos servicios sociales cada vez más deficientes (Wolfgang Munchau, “El estancamiento europeo es una amenaza mayor que la deuda”, FT, 19.10.2014).

Los resultados de los análisis de la calidad de los activos bancarios, dirigidos por el BCE,  y los de las pruebas de stress organizadas por la Autoridad Bancaria Europea (EBA), efectuadas a los 130 mayores bancos de la Eurozona, se presentaron el domingo 26 de octubre con abundante acompañamiento mediático. De tales resultados se derivaban unas necesidades de capital para dicho grupo de bancos de 24.600 millones de euros a fines de 2013, equivalentes al 0,09% de los activos bancarios.

Una investigación paralela, efectuada con distinta metodología para un subgrupo de bancos de entre el total antes citado, ha estimado unas necesidades  más significativas de capital, el 3,6% de los activos, lo que implicaría que persiste el carácter “zombi”  de muchos de los bancos de la eurozona. Un estímulo fiscal temporal de alrededor del 1% del PIB durante dos años, financiado y monetizado con carácter permanente por el BCE  podría ser una de las medidas precisas para impedir el estancamiento secular   (Willem  Buiter, “Four rescue measures for stagnant eurozone”, FT, 30.10.2014). 
      
La Eurozona no está en condiciones de reaccionar ante  tal situación como lo haría un país “normal”. Para hacer frente al estancamiento con medidas de estímulo sería necesario haber avanzado más en la unión política, llegando más lejos en aspectos tales como fiscalidad,  unión bancaria y emisión de eurobonos. El antikeynesianismo germánico  frena el alcance de la política fiscal contraciclica. El débil crecimiento pone en cuestión a la Eurozona y a la deficiente unión monetaria creada al implantar el euro.

El citado estancamiento secular y el aumento de las desigualdades  tienen consecuencias políticas devastadoras. Nacionalismos y populismos reaparecen con su peor cara. No basta con encontrar las recetas económicas  adecuadas, es preciso además  aportar respuestas políticas a los problemas, como se advierte cada día con mayor claridad en España.

Una versión de este artículo se publicó en la revista semanal El Siglo de Europa, de 27.10.2014