El menor crecimiento económico registrado en 2013 en amplias áreas de la economía mundial estuvo acompañado de importantes aumentos en
los precios de los activos. En 2014
puede persistir dicha evolución dual de la economía mundial. Los bancos centrales aplazarán el momento de
retirar los apoyos al crecimiento. La recuperación de la economía española, hasta ahora modesta, podría reforzarse en 2014. Dicha evolución dependerá estrechamente del comportamiento del conjunto de la
eurozona.
En 2013 la economía mundial desaceleró el crecimiento (3,3%) respecto del año anterior (3,8%). Dicha evolución fue consecuencia de la debilidad prolongada de los países avanzados, sobre todo de la Eurozona, y del relativo “bache” sufrido por las economías emergentes. En los países avanzados, incluso en los casos de mayor crecimiento, el ritmo de aumento de la actividad productiva resulta débil, muy por debajo del alcanzado en las fases iniciales de recuperación de ciclos precedentes.
Algunas
circunstancias no contribuyeron a impulsar el crecimiento en 2013. Entre las mismas
destacan las adversas reacciones que produjo en los mercados el anuncio de que la Reserva
Federal de Estados Unidos iba a reducir
significativamente las inyecciones de liquidez realizadas mediante las compras
de activos, sobre todo deuda pública. Fue
necesario mantener una intensidad
equivalente en dichos estímulos monetarios
para reducir el impacto a la baja que dicho anuncio tuvo en las bolsas.
Por otra parte, sobre Estados Unidos planeó el problema del tope
impuesto por la mayoría republicana en el Congreso a las emisiones de deuda federal, lo que
provocó serias incertidumbres dentro y fuera de dicho país.
En la Eurozona el
avance producido en el camino hacia la Unión Bancaria Europea con la creación
de un supervisor único, el Banco Central Europeo (BCE) se frenó con la negativa
alemana, materializada en la “cumbre” de
diciembre de 2013, a que se crease en
un plazo razonable un mecanismo único de resolución bancaria. Dicho mecanismo habría de dotarse de los
recursos necesarios para
acompañar las actuaciones del supervisor único. A la vista de lo anterior, se confirma
de nuevo que el camino realmente seguido
por la Eurozona es el del ajuste fiscal,
unido a la devaluación competitiva en los países de
la periferia, como forma de ganar cuota
de mercado y de reactivar la economía. Pero el simple ajuste salarial no puede
lograr a la vez la competitividad y el crecimiento preciso para rebajar el peso
de la deuda pública respecto del PIB ni la estrategia alemana se puede exportar
a todos los países: no se puede aspirar a
que la Tierra tenga superávit con Marte.
De cumplirse las
previsiones de crecimiento del 1,1% en 2014 para la Eurozona, esta no alcanzará
el nivel de PIB obtenido al inicio de la crisis hasta el último trimestre de
2015. Una situación prolongada de débil
crecimiento, junto a unos niveles del
PIB y del empleo lejanos de
su potencial, añadidos a unos bajos tipos de interés, se podría caracterizar
como de “estancamiento secular” (L. Summers, “Washington must not settle for
secular stagnation”, FT, 2014). Tal estancamiento puede tener lugar incluso en
un marco de intensas elevaciones de los precios de los activos y de las
viviendas, en línea con lo sucedido en 2013. Podría haber tanta burbuja y
especulación como en 2005-2007 sin apenas crecimiento.
Según Summers, la actuación exclusiva por el lado
de la oferta en la política económica solo produce resultados en un clima de
demanda suficiente. Sin un mínimo nivel de demanda las políticas de oferta tienen a corto plazo efectos
deflacionistas sobre la economía. Además, políticas de estimulo monetario como las
que están desarrollando numerosos bancos centrales no pueden controlarse solo por la vía de la
regulación. Esas políticas pueden provocar burbujas especulativas en algunos mercados de
activos y de productos, junto a aumentos del apalancamiento de empresas y de
hogares, sin estar garantizada una recuperación solida del crecimiento.
Para evitar el citado “estancamiento
secular” invocado por Summers la
política económica debe de conseguir un nivel de demanda suficiente, que permita un crecimiento razonable del PIB y del
empleo, manteniendo la estabilidad
financiera. Los impulsos de la demanda no deben de ocasionar déficits externos
elevados, procurándose que una parte mayor de lo que se demanda se cubra con
producción nacional.
El PIB de la
economía española del tercer trimestre
de 2013 se situó un 7,4% por debajo del correspondiente al primer trimestre de 2008. El PIB del tercer trimestre de 2013 estuvo un 17% por debajo del nivel
que habría alcanzado dicha magnitud de
haberse seguido una tendencia de crecimiento del 2% anual. La economía española
ha dejado de obtener entre 2008 y 2013 el 60% del PIB de 2013.
En 2014 la
economía española puede volver a registrar una tasa positiva de crecimiento que
podría situarse en el entorno del 0,5%. Dicho crecimiento se apoyaría en las
exportaciones y en una evolución menos negativa de la demanda interna. El
empleo puede volver a registrar tasas positivas de variación, pero todo indica
que serán muy moderadas y se concentrarán en empleos temporales. El nivel de actividad
del primer trimestre de 2008 no se alcanzará posiblemente hasta 2016.
El ajuste a que
obliga el Pacto Fiscal Europeo puede
llevar a España a una situación próxima al estancamiento secular mencionado. Con
el final de la recesión y con el paso a una situación
de aumento moderado del empleo, la política económica tiene por delante la tarea de lograr una reducción significativa del importante número de empleos destruidos y de compensar la desaparición de un amplio número de
empresas durante la prolongada etapa de crisis. Debe de evitarse, además, que persista la reducción del alcance de numerosas prestaciones sociales, impidiendo
el avance de las desigualdades. El logro de la recuperación y la mejora de la competitividad de la economía española no debe lograrse a costa de romper el equilibrio social. Demasiadas tareas para 2014.
Una versión de este articulo se ha publicado en la revista "El Siglo" de 20.1.2014