14 marzo 2011

EL PRECIO DEL PETROLEO ATACA DE NUEVO

Julio Rodríguez López

  A la gestión de la política económica en España no le faltan dificultades.  Tras la”ducha fría” que supuso la publicación de los resultados del mercado de trabajo correspondientes a  febrero de 2011, la crisis  de Libia ha arrojado nuevas incertidumbres sobre la evolución de la economía,  por su incidencia sobre el suministro y precio del petróleo. Nadie olvida que las crisis petrolíferas  de los años  1973, 1978 y 1990 provocaron recesiones económicas a nivel mundial.
De hecho la última crisis  económica estuvo precedida por unos precios excepcionalmente elevados del petróleo en 2008 (a 148 dólares  llegó a ascender el precio del barril de petróleo en dicho año). Las amenazas de nuevos “oíl-shocks“ provocan  preocupaciones  renovadas, sobre todo si tienen lugar en un contexto general , como el actual, caracterizado por  la débil recuperación de la actividad productiva en los países occidentales.
Tras la reducción al 50% de la producción procedente de Libia, los precios del petróleo se han situado en torno a los  115 dólares por barril, en el caso del Brent en la segunda semana de marzo, lo que implica un precio superior en un 20%   al existente al inicio del año. El primer problema que se plantea es de abastecimiento, a la vista de que en España el crudo procedente de Libia supone en torno al 10% del consumo anual.  El segundo problema es el de la subida de los precios, cuyo impacto se transmite rápidamente al resto de la economía.  
Un aumento del 10% en el precio medio del petróleo se considera que provoca una reducción de un cuarto de punto en el ritmo de crecimiento de la economía mundial. La previsión para 2011 es de un crecimiento del PIB  mundial del 4,25%, lo que implica que si la elevación de los precios se mantiene al nivel alcanzado  en febrero  no sufriría demasiado  el crecimiento global en 2011. Las economías de los países occidentales son ahora menos  dependientes del petróleo que en 1973, pero ello no implica que dichas economías sean inmunes a nuevas  crisis de dicha materia prima.
Una restricción en la oferta de petróleo (oíl-shock) tiene abundantes  efectos económicos: se transfieren ingresos desde los  países  consumidores hacia los países productores, se reduce el gasto global (baja el gasto de los consumidores en mayor proporción que aumenta en los productores), se detrae gasto de otros bienes y servicios , se enriquecen, en general, los países productores  y se empobrecen los consumidores, bajan los salarios reales y, por último, se frena la actividad productiva, puesto que existen ramas de actividad que dejan de ser rentables con los mayores precios alcanzados por la energía (Martin Wolff,  “Arab freedom is worth a short shock”, Financial Times,  2 de marzo de 2011).
 Por supuesto, la trascendencia de la situación actual de encarecimiento del petróleo por encima de los  115 dólares será tanto mayor cuanto mas se  prolongue  dicha elevación de precios y más  se alarguen las incertidumbres sobre el suministro mundial. El impacto de la restricción actual es  mayor por el fuerte crecimiento por el que atraviesan los países  emergentes en 2011,  que  consumen petróleo  con mayor intensidad que los desarrollados. También influye el contexto inflacionista general derivado  de la inundación de dólares que, a nivel mundial,  ocasiona la  politica económica de Estados Unidos. Dentro de dicha política  la creación masiva de dólares a través de las actuaciones del  banco central (“quantitive easing”) viene a ser  el principal instrumento destinado a  impulsar el crecimiento.
En España,  un precio de 110 dólares aumenta el alcance de la factura  anual del petróleo en  unos 9.000 millones de euros.  Lo más relevante en el caso de España es que, además de las consecuencias antes citadas de los mayores precios de la energía, el mayor  precio del petróleo aumenta el déficit de la economía española frente al resto del mundo.  Más déficit exterior implica más deudas privadas y públicas, que ya alcanzan unos niveles más que considerables.  Las importaciones energéticas supusieron en 2010 más del 4% del PIB de España, a la vista de la escasa autosuficiencia energética de dicha economía.
  Es posible que la cuestión energética requiera en España de planteamientos de mayor calado y alcance que la reducción hasta 110 kilómetros/hora de la velocidad máxima en carretera. Sin embargo,  llama la atención,  a la vista de los resultados de la encuesta del diario El Pais de 6.3.2011, la escasa disposición al sacrificio que los españoles revelan ante una prolongación de la situación actual de la energía. Según dicha encuesta solo se aprueban los sacrificios que  no afectan individualmente a cada hogar.
 Se han efectuado propuestas de medidas alternativas de mayor coste social, como la de aplicar un tributo adicional para disuadir del consumo energético. En realidad se trata  de reducir el alcance del tributo que todos los españoles deben de pagar a los países productores, procurando a la vez que no recaigan facturas adicionales sobre los hogares que en este momento están sufriendo la crisis con mayor amplitud.  En todo caso, a la politica económica le ha salido con la crisis  libia  una complicación adicional sobre los problemas pendientes. 
(El Siglo, 14.3.2009)